Thursday, 17 May 2012
Millujem t'a
Hace 16 años que llegué a este mundo. O más bien, a ese mundo. Ese mundo de cuentos de hadas, princesas, príncipes azules y finales felices.
Cuando eres una niña, es común soñar con ser como una princesa de Disney. Soñar que algún día, cuando te hagas mayor, vayas a la universidad, encuentres a un chico, un príncipe que te llene por completo y te de esa sensación de calor que se necesita para vivir, ese combustible que nos permite seguir funcionando. Y que después de un tiempo, ese mismo príncipe de gran prestigio, te pida la mano. Casarte con él y después tener dos preciosos niños y un trabajo de primera.
Ese ha sido siempre mi sueño, hasta que crecí.
A medida que pasaron los años, no muchos a decir verdad, me di cuenta de que esos cuentos con final feliz son solo una farsa. Y entonces realmente explotó mi burbuja y caí al mundo real, en picado. Ahí volví a nacer, realmente.
He aprendido de los errores de muchos seres queridos, y de los míos propios, y quizá me consideren muy joven para saber lo que es el amor, pero realmente sé lo que es amar a alguien.
Todos tenemos ese prototipo de chico que a pesar de saber con certeza que no existe, siempre deseamos encontrar.
Ese chico que de pronto un día se presente en tu vida como un ángel y te haga subir al cielo.
Lo que la mayoría no sabe, es que esa no es la opción correcta, puesto que cuánto más alto subes, más dura es la caída.
Algunos dicen que soy negativa, y en parte es verdad, pero por otra pequeña parte, yo lo llamo realismo.
Siempre trato de pensar en lo peor para que si luego ocurre, pueda estar preparada para ello, y que si ocurre lo contrario, me lleve una alegría en lugar de una desilusión. Pero esto nunca sin perder el sentido de la razón, la objetividad, y la esencia del realismo.
Por esto mismo, dicen también que soy fría y calculadora.
También tienen razón, me gusta tener todo al alcance de mis manos, controlarlo, manejarlo cual juguete, siempre de manera objetiva. Nunca trato de hacer daño, pero a veces mi frialdad me lo impide y ni si quiera me doy cuenta de cuando hiero a alguien.
Puestos a conocerme más, también dicen que soy perfeccionista.
Me gusta tenerlo todo en orden, no soporto que cambien mis cosas de sitio, me descoloca por completo.
Creen que soy muy cuadriculada. Sí. Tengo mi mente abierta a todo tipo de pensamientos nuevos, pero una vez están dentro, no hay quién los mueva de ahí.
También soy reconrosa, no soy capaz de perdonar. Tal vez sea cosas de experiencias pasadas, pero lo que está claro es que aunque aparente que lo he olvidado, no lo he hecho. Y siempre estoy esperado el momento adecuado para atacar a quién me atacó.
Dicen que soy arisca, odio las muestras efusivas en exceso de afecto.
Ciertamente, ni si quiera me gusta el contacto humano.
Solitaria. Odio los grupos masivos de gente y me encanta estar sola, aunque a veces eso me suponga problemas.
Tengo ansiedad, ataques repentinos de rabia, cambios de humor e incluso he llegado a tener depresión.
Supongo que mis experiencias no han sido las mejores para una chica de 16 años.
De todo eso que me dicen, todo es completamente cierto, y no me importa afrontarlo, la verdad, me encanta ser quién soy y como soy. Nunca suelo arrepentirme de nada, y mucho menos de mi carácter. Pero de todas esas cosas que dicen y que a simple vista parecen terribles características al sumarlas con la marcada etapa de la adolescencia, hay algo en mí que solo un par de personas han sido capaces de apreciar: La fuerza.
En toda mi vida, he tenido experiencias tan horribles como fantásticas. Las malas, algunas tan malas que llegan a ser inimaginables para cualquiera, pero todas las he superado, lo más rápido que he podido.
No me gusta estancarme en un mismo momento de mi vida, porque cuando llegue otro, se sumará al anterior, y luego eso supone un cúmulo de cosas que se hace imposible de curar. Tan complicado como un tumor. En ninguna de todas esas ocasiones he recibido excesiva ayuda. No porque no me la ofrecieran, sino porque no la quise aceptar. Soy independiente y trato de ser autosuficiente. Agradezco a quién me ayuda, pero odio que lo hagan sin pedirme antes permiso.
Y lo que tan pocas personas son capaces de ver, es que soy capaz de luchar por lo que quiero, aunque sea teóricamente improbable. Que tengo la fuerza suficiente para traicionar a mi subsconsciente y creer en mis sueños, aunque eso después pueda dolerme al perseguirlos y no encontrarlos.
Eso es tan solo una pequeña parte de todo lo que soy, y puede que después de todo esto, aún se considere que soy demasiado joven para haber madurado, o para haber sentido eso a lo que se llama amor.
Pero definitivamente, en mi opinión, sí, lo he hecho, y de una manera inimaginable.
Cuando creía que el amor no existía, que eran simples reacciones químicas, que lo son, y provocan síntomas; tristeza, alegría, esas mariposas en el estómago... Y creía que como toda enfermedad tenía su cura, y que, por supuesto, podías contagiarte con ella, o no hacerlo, y que podías protegerte como quién se abriga en un catarro. Era agnóstica de amor, totalmente.
Por supuesto anteriormente, había sentido algo parecido. Atracción, querer... Pero dejé de creer en el amor cuando me dañé a mí misma por completo creyendo en él.
Pero de pronto, la enfermedad, me atizó en la cara.
Fue el mismo día que le vi. Comencé a sentir escalofríos ante sus rápidos y elegantes movimientos. Por un momento me embelesé de tal manera que parecía haber salido de este mundo y entrado en ese de los cuentos que siempre soñamos de pequeñas. Entonces me di cuenta. No podía. No podía soñar, no podía sentir tanto por alguien que tan solo acababa de ver.
Así que, volví al mundo real y traté de sacarle de mi cabeza, traté de pensar que era solo una obsesión temporal adolescente.
Pasaron los días y casi me había olvidado. Pero en cuanto volví a verle, todo mi mundo se desmoronaba,todo cuanto conseguí hacerme creer a mí misma, se iba al traste cuando volvía a sentir los mismos escalofríos que el primer día, cuando era incapaz de tener delante su bella imagen y apartar la vista.
Cuando inevitablemente, volvía a creer en la fantasía.
Opté por evitar verle. Era lo más sencillo, y tal vez así conseguía mi propósito de "no creer" pero tarde o temprano, inevitable e inconscientemente era yo quién le buscaba.
No entendía por qué, pero era incapaz de pasar mucho tiempo sin deleitarme con su imagen. Mirarlo era lo único que me hacía sentir viva de repente. Cuando en realidad, mirarle lo único que hacía era matarme por dentro al pensar que era imposible.
Yo no quería enamorarme, ¿por qué me daba la impresión de qu elo estaba haciendo entonces?
Creía que nada podía ir a peor, que nada podía aumentar, cuando inesperadamente, mi curiosidad, mis ganas de saber, empezaban a hacer acto de presencia en mi mente. Y sin yo darme cuenta, de un momento a otro, solo trataba de averiguar más y más de él. Quería saber cuanto pudiera, pero cuánto más sabía, más complicado e imposible lo veía todo.
Y poco a poco, todos esos pensamientos invadían mi mente, me veía incapaz de pensar en otra cosa. Me era imposible apartarlo de mi cabeza.
No podía parar de imaginar que sus preciosos ojos azules verdosos también velaban por mí.
Imaginaba como sería la sensación que me recorrería si us ágiles manos rozaran mi piel. El impacto que supondría su cuerpo contra el mío. A veces incluso sentía su aliento tras mi nuca, y escuchaba su voz en sueños. Pero era tan real...
Entonces vino la inundación.
Todo ese cúmulo de pensamientos y sensaciones inundó mi mente como una ola enorme se lleva las piedras de la orilla a lo más profundo.
Y me descolocó.
Me descolocó por completo.
Dejé esa negatividad, mi realismos y objetividad de lado, para convertirme en una indefensa niña que solo busca su sueño.
¿La frialdad? Se esfumó en el momento en el que empecé a desear que él me quisiera.
¿Era calculadora? Desde luego dejé de conocer lo que era control. ¿Cómo controlarlo todo si ni si quiera podría controlarme a mí misma?
Perfeccionista... Desde luego, seguía siéndolo, pero mi cabeza era lo único que veía incapaz de mantener en orden.
Cuadriculada, cabezota... IMPOSIBLE. No hacía más que cambiar de opinión.
¿Renconrosa? No tenía tiempo para pensar en rencor ni en venganzas si estaba ocupada odiándome a mí misma por amarle a él.
Arisca y solitaria, aún menos, si lo único que quería era tenerle a mi lado.
Todo esto quiere decir, que tú, me cambiaste completamente. Traté de impedirlo, pero me es completamente imposible.
A veces me gustaría que no hubieras aparecido nunca ne mi vida, pero luego al pensarlo dos veces, me digo: "¿Podría vivir en un mundo sin ti?" Y creo que sí, puesto que lo hice durante 16 años.
Pero luego, lo pienso una tercera vez y me hago una pregunta parecida:
"¿Sería capaz de vivir en un mundo sin ti, después de haber vivido en un mundo contigo?"
Jacky Casey Vincent.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment